Once menos cuarto de la mañana de un domingo cualquiera en la Playa Canina de Torre del Mar.
Una familia visita la playa con sus tres perros pequeños dispuestos a pasar un agradable día de playa junto a sus tres amigos, a los que les encanta jugar en la arena y bañarse, además a uno de ellos le viene fenomenal para fortalecer sus patas que tiene regular debido a una lesión.
Cuando consiguen llegar, porque el GPS les ha llevado por un sitio extraño de difícil acceso, se encuentran una excavadora en la mitad de la playa, así que en prevención de accidentes ellos se ponen en un lateral. No saben que han cometido el gravísimo error de ponerse fuera del perímetro de la playa canina.
Al poco rato, aparecen los de Salvamento Marítimo y les dicen que ahí no pueden estar. Educadamente les responden que no sabían que eso no era la playa de perros y que en cuánto la excavadora se fuera, se pondrían dentro de la playa. Los agentes asienten. «De acuerdo, muy bien»
La playa está a rebosar de gente (claro, es domingo por la mañana).
En la misma playa, un hombre permanece tumbado a pleno sol, con pinta de no estar en buenas condiciones.Iban a llamar a la policía para que atendieran a éste hombre justo tras recoger las deposiciones de una de sus perritas, mientras tanto la excavadora casi atropella a uno de los perros de ésta familia mientras daba marcha atrás.
Llega el policía y le da la vuelta al señor que está tumbado al sol, y a continuación se dirige hacia ésta familia para recriminarle que no están en la playa de perros si no a 5 centímetros de ella.
Le indican que está la excavadora y que ya casi ha atropellado a uno de sus perros mientras recogían las deposiciones de la otra perrita y el agente, con muy «buena educación» les dice que le da igual que esté la excavadora, y que no pueden estar ahí, que les va a multar como insistan, incluso les pide el DNI.
El hombre sigue tumbado a pleno sol. Y así estuvo hasta que ésta familia y otras familias que había por allí le llevaron una sombrilla para que tuviera algo de sombra, al menos, mientras llegaba la ambulancia (que tardó una hora).
El día de playa terminó sin más altercados, pero ese mismo día por la tarde/noche, ésta familia acude al parque canino con sus perrillos. El parque cierra a las 12 de la noche y un empleado del ayuntamiento es quien acude a cerrarlo. Los vecinos del parque, que todos se conocen y son amigos, suelen quedarse hasta que éste empleado aparece para irse. Un ritual que a nadie le resultará extraño.
Pero ésta noche, el empleado se ha retrasado 10 minutos para cerrar el parque. Mientras esperan que llegue éste señor, ellos disfrutan un poco de la brisa y el fresco nocturno que tanto buscamos en verano y los perrillos también lo disfrutan, de forma muy tranquila y sin ladridos. Todos los perritos se conocen, y ya han jugado durante la tarde así que ahora están cerca de sus dueños disfrutando del fresco sin más.
Aparece al fondo de la calle la policía que se acerca hasta la puerta del parque. «Ustedes, fuera del parque que ya ha cerrado el parque».
Los vecinos le explican que estaban esperando a que llegase el señor que cierra el parque y que por eso están ahí, pero sin dilación, se disponen a salir del parque ante la petición de la policía, que se espera en su coche vigilándolos hasta que estuvieron lo suficientemente lejos del parque, fuera a ser que tuvieron la intención de volver.
Algún vecino ha denunciado porque «hay mucho ruido» (¿recuerdan aquello que dije que era una noche tranquila y los perros no ladraban?).
Enfrente de éste mismo parque, en un parque infantil, se oyen agudos gritos de diversión. Los niños del barrio juegan despreocupados en sus columpios y pasan un buen rato aprovechando el frescor de la noche. ¿Qué hay más maravilloso que unos vecinos disfrutando inocentemente de las vacaciones? Y así quedan hasta más de la 1 de la madrugada, jugando, riendo, gritando y disfrutando de la noche, mientras los peligrosos delincuentes dueños de perros vuelven a casa «con el rabo entre las patas» entre ojos que vigilan que no se les ocurra disfrutar de una noche de verano en compañía de otros vecinos.
Los demás, los de los botellones, las navajas y los robos… con esos no pasa nada. El verdadero delincuente es el que decide convivir con un leal y noble ser vivo que solo sabe decir guau